lunes, 19 de marzo de 2012

La santa y prudente defensa de la Iglesia contra el engaño del Heliocentrismo

Benedicto XIV autor del Índice de 1758

Se ha dicho que la defensa realizada por la Iglesia contra el Heliocentrismo ha sido la acción más justa, más sabia y más prudente que se haya realizado en la Historia para frenar los embates de uno de los principales engaños de Satanás y de sus secuaces.  Ciertamente el Santo Oficio tuvo la necesidad de condenar a Galileo por herejía y por enseñar doctrinas erróneas, y la condena fue justa y absolutamente coherente con su misión santa de guardar la integridad del legado de la fe Católica. Ahí comenzó una guerra abierta contra la Iglesia en la que sus enemigos no han escatimado en utilizar las armas más viles.

 Como ya hemos contado más de una vez, Galileo tuvo que enfrentarse al tribunal del Santo Oficio en dos ocasiones. La primera en 1616, cuando había publicado un libro analizando las manchas solares, entonces el Santo oficio condenó las dos siguientes afirmaciones suyas: 1. El sol es el centro del cosmos (del mundo) y permanece completamente inmóvil. 2. La tierra no es el centro del cosmos, no está inmóvil, sino que se mueve en su conjunto alrededor del sol, y también gira.

A pesar de todo, en 1632, Galileo publicó fraudulentamente Dialogo sobre los dos Sistemas de Mundo, en el que defendía el sistema de Copérnico y ridiculizaba el sistema geocéntrico tradicional. Eso le supondría en 1633 el segundo proceso. La sentencia completa que Galileo recibió del Santo Oficio puede leerse en: http://www.euskalnet.net/jcgorost/sentencia.pdf
  Tres décadas después que el papa Urbano VIII y su Santa Congregación del Índice condenaran al heliocentrismo de Galileo como “formalmente herético” y “erróneo en la fe”, el Papa Alejandro VII extendió la condena a todos las obras de Copérnico, Kepler y Galileo, asi como a «todos los libros que afirmaran el movimiento de la Tierra y la estabilidad del sol…». Esto lo hacía Alejandro VII en 1664 mediante un nuevo Índice, y una bula asociada Speculatores Domus Israel, un documento de transcendental importancia en la lucha de la Iglesia contra la herejía del heliocentrismo, donde el Papa, como Vigilante de la Casa de Israel, exponía a los fieles la creación de un más completo y perfeccionado Índice de libros prohibidos que el anterior procedente del Concilio de Trento. Por una parte ahora para cada libro se añadirá el decreto por el que fue prohibido “para que así pueda conocerse toda la historia de cada caso concreto”. Además los libros se ordenarán en el Índice por orden de la gravedad por la que fueron condenados “pues así las personas que lean libros listados en las primeras páginas incurrirán en sanciones más severas”. Es notable que los libros de Copérnico, Kepler y Galileo aparecen listados en páginas más bien primeras. La bula termina conminando a cada uno de los patriarcas, arzobispos, obispos y Ordinarios, vicarios y oficiales, inquisidores, superiores de cada orden religiosa, congregación, sociedad o instituto actual o del futuro «a hacer todo lo que esté en su poder para que este Índice quede lo más ampliamente extendido y observado».[1]
En 1742 el Papa Benedicto XIV fue empujado a relajar levemente la prohibición de los libros de Galileo, se trataría de que por motivos de estudio se pudiesen publicar extraordinariamente las obras de Galileo siempre que el movimiento terrestre apareciera específicamente tomado en ellas como hipótesis –no como tesis-, es decir, como un mero recurso matemático para facilitar los cálculos astronómicos, nunca como un hecho real y siempre incluyendo en estas obras la abjuración de Galileo. En muchos libros, enciclopedias, etc. (ver por ejemplo Wikipedia) se ha extendido la mentira que «Benedicto XIV mandó eliminar del Índice de libros prohibidos el De Revolutionibus de Copérnico, así como el Dialogo de Galileo Galilei, etc. con lo que daba por definitivamente probada la teoría heliocéntrica del sistema solar». Nada más falso, pues el De Revolutionibus de Copérnico, el Dialogo de Galileo y el Epitome de Kepler continuaron apareciendo en el Índice. La única diferencia es que hasta entonces el Índice contemplaba dos categorías de prohibiciones para los escritos de Copérnico: las específicas y las generales. Hay que tener en cuenta que Copérnico ya había manifestado que el tratamiento del movimiento de la Tierra lo hacía en su en su De Revolutionibus como hipótesis, sólo en base a facilitar los cálculos astronómicos. En 1754, Agostino Riccini, Secretario de la Congregación del Índice, solicitó a Benedicto XIV que la prohibición de los libros sobre el sistema heliocéntrico, como los de Copérnico, fuese relajada de tal manera que estos se pudieran publicar siempre que «contuvieran las correcciones apropiadas», por ejemplo haciendo notar que el movimiento de la Tierra es utilizado como hipótesis, no como tesis. Benedicto XIV accedió, y entonces la Congregación del Índice eliminó la prohibición general relativa a «todos los libros enseñando el movimiento de la Tierra y la inmovilidad del sol». Y así fue publicado un nuevo Índice en 1758, en el que seguían apareciendo las obras de Copérnico, Kepler y Galileo, debido a que estas obras seguían estando incorrectas en su forma presente. Algunas historiadores de la ciencia actuales han interpretado incorrectamente el hecho de la eliminación de la frase «todos los libros enseñando el movimiento de la Tierra», como significando que a partir de 1758 quedaba ya permitido escribir cualquier libro afirmando el heliocentrismo. Esto no es así, pues para eso el libro que considerase la Tierra en movimiento debería tener claramente afirmado que el tratamiento del movimiento de la Tierra se hacía como hipótesis y no como tesis.

Para poder entender en su dimensión la diferencia entre hipótesis y tesis desde la perspectiva cosmológica, debe tenerse en cuenta que en torno a los años 1740-1760 algún astrónomo había creído observar el paralaje estelar de alguna estrella[2], aunque no había una prueba definitiva, este fenómeno astronómico sabemos hoy que puede explicarse desde ambas hipótesis, heliocéntrica y geocéntrica, salvo que quizás desde la heliocéntrica tiene una explicación más simple. Entonces un astrónomo del siglo XIX muy bien podría utilizar la hipótesis heliocéntrica, por ejemplo, al calcular las distancias interestelares por paralaje estelar, aunque supiera fehacientemente que la Tierra está fija, de igual manera que los heliocentristas de nuestros días utilizan la hipótesis geocéntrica, que ellos creen falsa, para los cálculos de astronomía de posición en la navegación terrestre. En definitiva, para una única tesis que describe la realidad pueden utilizarse varias hipótesis distintas, incluso contradictorias, siempre que se usen como recursos matemáticos para hacer cálculos válidos. Y esto es lo que permitía el nuevo Índice de Benedicto XIV.
Para mediados del siglo XVIII las presiones se hicieron continuas a la Congregación del Índice para que permitiera la libre publicación de cualquier libro defendiendo el heliocentrismo incluso como tesis. Así por ejemplo, es destacable una petición de Pietro Lazzari, profesor de Historia de la Iglesia del Colegio Romano, intentando convencer a la Congregación para que retirara la censura a los libros de Copernico, Foscarini, Zúñiga, Kepler y Galileo, a base de citar todos los astrónomos de aquel tiempo que defendían la tesis del heliocentrismo. Entre ellos cita a Christiaan Huygens y una presunta cita suya, «En nuestros días todos los astrónomos, excepto aquellos que tienen una mentalidad retorcida, … aceptan sin duda el movimiento de la Tierra y su situación entre los otros planetas». Lazzari cita a toda una pléyade de defensores del heliocentrismo, entre ellos al prestigioso científico Isaac Newton, que en el tercer libro de su Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, según asegura Lazzari, demuestra el heliocentrismo. Luego Lazzari añade muchas y variadas, que él mismo cree, pruebas del heliocentrismo, como por ejemplo: el movimiento de las estrellas fijas (el paralaje estelar), la aberración de la luz, la nutación del eje ecuatorial, las leyes de las mareas, los movimientos de los cometas, etc. Hoy sabemos ciertamente que ninguna de esas “pruebas” de Lazzari tienen la más mínima consistencia. Respecto a la “prueba” de Newton, Lazzari alude al centro de gravedad del sistema solar, diciendo que tiene que estar cercana al sol por ser un cuerpo mucho más masivo que el conjunto de todos los planetas. El error de Lazzari, como cualquier físico honrado reconoce hoy, es que para establecer el centro de masa hay que computar la masa total del universo, y este punto puede estar en el centro de la Tierra, como el propio Isaac Newton explica ampliamente en su obra[3]. Quizás Newton que era muy inteligente, y siendo un protestante conocedor y estudioso de la Biblia, se preocupó mucho en no contradecirla en ninguna parte de su magna obra. Pero hay que decir que ninguno de los argumentos de Lazzari, que fueron numerosísimos y poderosísimos –según piensan incluso los heliocentristas actuales- convencieron lo más mínimo a los miembros de la Congregación del Índice. Los mismos libros científicos que ya lo estaban siguieron inmisericordemente prohibidos.

 Las obras de Newton no llegaron nunca a estar en el Índice de libros prohibidos, sin embargo vamos a ver que en las publicaciones latinas merecieron una “Declaración” expresa. Aunque Newton no menciona el movimiento de la Tierra, el tomo III del Principia Mathematica sí era la mejor vía para que sus adeptos quedarán convencidos que el Heliocentrismo es algo así como un ‘hecho’. Como dice el astrofísico Fred Hoyle, durante el siglo XIX estuvo generalizada la falsa creencia que los principios de Newton representaban una prueba del heliocentrismo[4]. Incluso si se hiciera hoy una encuesta entre lo graduados en física, probablemente sería muy mayoritaria la creencia de que la gravitación de Newton representa una prueba formal del heliocentrismo. Newton había publicado ya libros de Matemáticas y de Óptica sin ningún problema por parte de la Inquisición, cuando en 1687 publicó su famosísima obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, en tres tomos, tocando en el tercero el tema de la gravitación, pero no fue hasta 1742 que la obra fue publicada en los dominios de la Iglesia de Roma, concretamente en Genova, siendo los encargados de la edición dos frailes menores, o sea, franciscanos (y no jesuitas como aparece en la mayoría de los textos históricos), Thomas Le Seur y François Jacquier. El objetivo de la publicación era poner la prestigiosa obra de Newton al alcance de los filósofos y científicos católicos, la mayoría de ellos jesuitas. Es reseñable en esta obra que en su página primera aparece la siguiente “Declaración” de los dos autores citados:
 «Newton en su tercer libro asume la hipótesis del movimiento de la Tierra. Las proposiciones del autor [Newton] no podrían ser explicadas excepto como mera hipótesis. De aquí que nos hemos vistos obligados a expresar una opinión que no es la nuestra. Pero nosotros profesamos obediencia a los decretos hechos por los Sumos Pontífices contra el movimiento de la Tierra»[5].
Dice Robert Sungenis[6], que esta Declaración de los editores del Principia Mathematica en latín resume perfectamente lo que pensaban la mayoría de científicos católicos de aquella época sobre la opinión general de Newton, esto es, aunque no estuviera explicitada en la obra, sí inducia a hacer creer que la Tierra tenía un doble movimiento. Por otra parte, se observa que Le Seur y Jacquier no atribuyen los decretos condenatorios del movimiento de la Tierra a teólogos o cardenales de la Iglesia, sino a los Pontífices, en plural, lo cual equivale a reconocer que ellos soportaban la misma verdad que Benedicto XIV. También es de reseñar que esta ‘Declaración’ apareció en todas las versiones posteriores del Principia Mathematica de Newton, en varios países, hasta el año 1833, es decir, once años después del polémico imprimatur del libro de Settele, que en seguida veremos. Por lo tanto, sigue diciendo Sungenis, todo parece indicar que ese imprimatur tuvo poca o nula credibilidad.

  Es muy poco conocido el hecho de que la Revolución Francesa interfirió notablemente en el asunto Galileo, pues todo parece como si entre sus proclamas de “liberté, egalité et fraternité” también se escondiera la de “heliocentré”. En 1798 el ejército napoleónico francés ocupó Roma, abolió el gobierno papal, impuso una República Romana, el papa Pío VI fue deportado a Florencia … además de otras barbaridades. En 1800 fue elegido en Venecia un nuevo Papa, Pío VII, que en 1806 le fue concedido permiso para regresar a Roma con una muy restringida capacidad de gobierno, y poco después, en 1810 tras negarse a cooperar con los planes de la Revolución, el papa fue arrestado y trasladado a Florencia donde se le confinó durante cinco años. Fue entonces cuando Napoleón Bonaparte decidió trasladar todos los documentos del Archivo Vaticano a Francia, considerando como de interés prioritario aquellos relacionados con el proceso de Galileo. Al parecer Napoleón pretendía publicar un libro sobre el asunto Galileo, pero el proyecto no pudo ser concluido. [7]

Muchos que han escrito sobre la pormenores de la historia del Índice de libros prohibidos han terminado su escrito diciendo que el Índice no fue abolido y la prohibición de los libros sobre heliocentrismo no fue levantada ¡hasta 1822! (remarcando con admiraciones esta tardía fecha). Pero muy pocos son los que se ocupan en pormenorizar todos los detalles de los acontecimientos que finalizaron en esa fecha de infausta memoria.
Lo que sucedió en el año 1822 fue que bajo engaños, coacciones, mentiras, errores y presiones… el papa Pío VII concedió el Imprimatur a la obra “Elementos de Astronomía” (Vol. II) del canónigo Giussepe Settele, libro que contenía la tesis que la Tierra se mueve, con lo que aparentemente la Iglesia abandonaba el geocentrismo. Entre los errores científicos está que desde 1818, con la obra “Fundamenta Astronomiae” de Friedrich W. Bessel, se creía que el paralaje estelar era una prueba irrefutable del heliocentrismo. Otro error, como ya hemos dicho, era que para esa fecha ya se había extendido la falsa creencia que la gravitación de Newton refutaba la posibilidad de la Tierra inmóvil.  A ese tomo II de “Elementos de Astronomía” en principio el censor principal Anfossi le rechazó el imprimatur en 1820, pero Settele apeló al papa Pío VII, que se encontraba en Roma sólo desde hacía 7 años –tras haber estado prisionero en Florencia-, en ese tiempo el Vaticano no era más que un feudo político de Napoleón, quien tenía incautados en Francia todos los documentos, especialmente los del caso Galileo y afines. Con estos condicionantes, que son cualquier cosa excepto elementos de libertad, tenía que tomar una decisión Pío VII. Aunque el Papa llevó el asunto a la Congregación del Santo Oficio, que el 16 de Agosto de 1820 volvió a rechazar el imprimatur, lo cual produjo un terremoto de críticas por parte de universidades e intrusos externos, lo cual derivó en discusiones sin fin (con agrias acusaciones de ‘censura eclesial’ por parte de toda la prensa de Francia, Alemania y Holanda). Finalmente, el deseado imprimatur le fue ‘concedido’ a Settele el 11 de Septiembre de 1822 –algunos piensan que la concesión no tiene validez jurídica-, los Cardenales de la Santa Inquisición aprobaron: «No reusar la concesión de una licencia a los Maestros del Sacro Palacio Pontificio para la impresión y publicación de obras tratando el movimiento de la Tierra y la estabilidad del sol, de acuerdo con la opinión general de los astrónomos modernos, en tanto en cuanto no haya otras indicaciones contrarias, sobre la base de los decretos de la Santa Congregación del Índice de 1757 y de este Supremo Santo Oficio de 1820»[8]. En el cual es reseñable primeramente la frase que parece supeditar la aprobación a una opinión general de unos astrónomos del siglo XIX, opinión que ahora sabemos con certeza que es errónea. En segundo lugar, habla del índice de 1757 (sic), en lugar de 1758 –confusión lógica teniendo en cuenta que los Cardenales no disponían de ninguno de los documentos incautados por Napoleón-, y en tercer lugar, en los decretos de 1758 sí había otras “indicaciones contrarias”, en concreto, la prohibición de tratar al heliocentrismo como tesis. Precisamente en este decreto del 11S de 1822 se concede permiso a «las obras tratando el movimiento de la Tierra», pero no se especifica si este tratamiento es como tesis o como hipótesis, más bien se habla de ‘opinión’, o de la manera en que los autores católicos modernos lo tratan, pero como ya se ha dicho anteriormente, el mantenimiento en las obras de Newton hasta 1833 de la declaración contra el ‘heliocentrismo implícito’ de Newton escrita por Le Seur y  Jacquier indican que había opiniones contrarias a las de Settele[6].

NOTAS
2. Entre otros, Robert Hooke en 1669 creyó haber detectado paralaje en la estrella Gamma Draconis, sin embargo la tecnología de esa época era impotente para detectarlo. Algo parecido sucedió en 1762 a James Bradley con la misma estrella, aunque en realidad lo detectado era aberración estelar. Finalmente en 1838 se atribuye a Friedrich Bessel haberlo conseguido midiendo el desplazamiento de la estrella 61 Cygni.
3.  Newton afirma lo siguiente: «Que el centro del sistema del mundo está inmóvil, es algo reconocido por todos, sin embargo algunos han acordado que la Tierra, otros que el sol, se encuentra fijo en este centro».  
(Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, Book 3: The System of the World, Proposition X, Hypothesis I). En el latín original dice: “Centrum systematis mundane quiescere. Hoc ab omnibus consessum est, dum aliqui terram, alii solem in centro systematis quiescere contendant”.
4. “Nicolaus Copernicus. Un ensayo sobre su vida y obra”. Fred Hoyle. 1976.
5.  Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, Isacco Newtono, PP. Thomæ L
e Seur & Francisci Jacquier, Genevæ, MDCCXXXIX [1739]. Latin Original: “DECLARATIO: «Newtonus in hoc tertio Libro Telluris motæ hypothesim assumit. Autoris Propositiones aliter explicari non poterant, nisi eâdem quoquè factâ hypothesi. Hinc alienam coacti sumus gerere personam. Cæterum latis a summis Pontificibus contra Telluris motum Decretis nos obsequi profitemur».
6.  “Galileo was Wrong, the Church was Wright”.
Robert Sungenis & Robert Bennett.
7.  Puede leerse en “Retrying Galileo” por Maurice A.Finocchiaro (capítulo 9). Disponible en internet como ebook.
8. “E.mi DD. Decreverunt, non esse a praesenti et futuris pro tempore Magistris Sacri Palatii Apostolici recusandam licentiam pro impression
e et publicatione operum tractantium de mobilitate terrae et immobilitate solis iuxta communem modernorum astronomorum opinionem, dummodo nihil aliud obstet, ad formam Decretorum Sacrae Congregationis Indicis anni 1757, et huius Supremae anni 1820” (Antonio Favaro, Galileo e l’Inquisizione, pp. 30-31).








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